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25
de Julio del
2008 El regreso de la Gianella III Por: Gustavo Caneda. |
Hacía ya bastante tiempo que venía acumulando ganas de salir a pescar. Les confieso que es la única actividad en el mundo que realmente me desconecta por completo del tremendo stress con el que vivimos los porteños. Si, porque lamentablemente soy Porteño. Y mis amigos de pesca de Tres Arroyos, me dicen todos El Porteño. Pero en realidad, no me banco Buenos Aires! La cuestión es que me decidí e insistí nuevamente con el tan mentado Berisso, y por supuesto, con don Héctor Hall, el más antiguo de la zona. Y todo lo que les cuente tendrá un valor adicional y será muy objetivo, porque la última vez que estuve por allá fue a bordo del Patí y…EL 9 DE JULIO DEL 2007. Si señores, el día de la nevada, este porteñudo junto con un grupete de audaces estuvimos en el medio del Río el día de la nevada…pero eso es para otra historia. Sucede que la increíble buena onda de Hector hizo que finalmente yo pudiera descargar las baterías de energía negativa, y pese a que no había armado ningún grupo, me dijo muy cordialmente: “Venite, tengo que salir igual a asentar el motor de la lancha” Así que mi honor fue por partida doble: Logré salir por primera vez con el gran Héctor y encima el día que la Gianella volvió a las canchas después de varios meses. El clima pintaba ideal: Poco viento; frío pero no congelado y con promesa de varios regalos del astro Sol para amenizar la salida. Arrancamos tempranito y le apuntamos derecho al Hiltone. Como dije, el Río estaba inmejorable. La navegación suave y sin contratiempos nos depositó en la cancha de pesca unos minutos después de las 9 de la mañana. Para el capitán, estaba demasiado planchado. Pero sin hacer caso a este detalle lanzamos las líneas cargadas de confianza. Los piques se demoraban, y de repente, la boya puntera verde con cola negra de mi línea empezó a juguetear. Pique raro, no parecía pejerrey…Clavé y vino nomás el…Primer dientudo del día, JA! Lo que en un principio fue una frustración, más tarde se convertiría en una bendición. Porque con la malísima calidad de la mojarra viva que te venden hoy (eran renacuajos más que mojarras), el filete de dientudo fue la tentación perfecta para los que vinieron después. Decidimos lanzar dos líneas más en sendas cañas, ya que teníamos espacio y la cosa estaba muy tranquila, cuando se vino la primera oleada de piques. Héctor clavó dos matungos casi seguidos. Gordos, plateados y muy peleadores. Al ratito nomás, y luego de otro dientudo y un pequeñín, finalmente clavé yo un hermoso ejemplar con las boyas coloradas y blancas. Pero fue un rato nomás. El pique estuvo así todo el día: venían oleadas, a veces de pequeñines (devolvimos bastantes lapicitos al agua!), a veces medianos, y de vez en cuando se filtraba algún matunguín. Comían muy mal y estaba muy difícil la clavada. Después venían un par de horas sin nada. Pero el día acompañó de maravillas, y realmente la pasamos EXCELENTE. Ya estábamos cerca de irnos, con una cosecha de unos 25 pejerreyes, entre los cuales habría 5 cercanos al kg., y el resto entre medianos y chicos. De pronto, la última boya verde mía se empezó a mover de esa manera inconfundible y única con la que los pejes (y de los grandes) juguetean antes de la corrida. Al momento que estaba por clavar lo vi. Casi de lomo entero, asomando la dorsal y circundando con movimiento lento la boya. Estaba a unos 15/20 metros nada más, así que lo aprecié completo. Corrió suavemente y clavé: El río se convirtió en torrente! Que sacudida de agua! Mi Kunann de acción de punta se dobló por completo, y la bestia peleó haciendo honor a su tamaño y fortaleza. La ayuda con el copo por parte de Héctor fue fundamental. Casi se complica cuando en una mala maniobra mía, el plateado saltó por encima del cabo del ancla de capa. Se me hizo un nudo en la garganta! No podía perder esa pieza. Luego de un par de minutos, el hábil capitán lo puso en el copo y lo subió a la Gianella, directo a la foto y luego acompañar a sus secuaces que yacían mansamente en el cajón. Que hermoso bicho! No tan largo pero sí súper gordo. Y plateadísimo! No teníamos con que pesarlo, pero sin dudas superaba el kilo, acercándose probablemente a los 1,300 kg. A quien le importa? Fue una experiencia sublime. Y se los dice alguien que suele ir a pescar seguido a Chasicó, la meca del pejerrey, y sin embargo me deleitó y sorprendió sublimemente. Este regalo más la compañía cordial y amena de Héctor hicieron que obtuviera en esta salida mucho más recompensa de la que esperaba. GRACIAS HECTOR!! Sin duda que repetiré. El Porteño
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